Hacía tiempo que una palabra no me resultaba tan sugerente. La colaboradora. Decirlo en voz alta invita a imaginar y crear. Y eso es que lo que pretenden desde Zaragoza Activa Raúl Oliván y su equipo de (tremendos) profesionales, crear un espacio de colaboración, de P2P, o como tan bien se define en su página, «un espacio físico de Inteligencia Colectiva donde una comunidad colaborativa de 100 personas trabajan en sus proyectos empresariales, sociales o creativos con el único requisito de pago de intercambiar ideas, servicios y conocimiento a través de un banco del tiempo para fortalecer la economía del don» ¿Atractivo o no?
Espacios donde se fomenten este tipo de relaciones están surgiendo cada vez más, donde el concepto de colaborar llega a su máxima expresión, haciendo de la comunión de ideas, del apoyo y del aprendizaje mutuo el perfecto vivero para que crezcan entidades profesionales abiertas, creativas e impulsadoras de acciones novedosas en el territorio. La colaboradora va más allá que un espacio de coworking, quiere crear un lugar donde los proyectos crezcan con el apoyo de todos y todas, creando sinergias entre profesionales diferentes y diferenciados pero que tienen un fin común, que es ver crecer su proyecto entre todos/as. Parecido puede ser el Súperespacio, un lugar donde se lleva a cabo coworking pero donde además se ofrecen talleres, exposiciones y conferencias y que particularmente me parece más que interesante.
Cuando se pone en valor no sólo el territorio sino a los propios ciudadanos que habitan en él, cuando se crean espacios que favorecen el intercambio de ideas y la creación de nuevas áreas de trabajo que revierten en el beneficio de la comunidad ofreciendo servicios que complementen lo existente, sin duda, es cuando realmente se está trabajando por lo importante, que son las personas que están, que conviven y que interactúan en un lugar común.