Lo que digo de mí Vs. Lo que mi cuerpo dice de mí

Al hilo del anterior post publicado, ahondemos un poco más en la comunicación.

Particularmente, siempre me ha fascinado el complejísimo mecanismo que es un proceso de comunicación.  La teoría es muy fácil: un emisor emite un mensaje codificado a un receptor a través de un canal y en un contexto determinado.

Sí, vemos el esquema y no tenemos ninguna duda.  El emisor es la persona que cuenta algo, el mensaje es lo que cuenta y el receptor es el que recibe el mensaje.  El código es la lengua, la gramática en la cual se emite el mensaje y el canal es el medio (cara a cara, teléfono, televisión…)  Y cómo no, el contexto es todo lo que rodea al proceso, las circunstancias en las que se produce la comunicación (por ejemplo, no es igual decir algo a alguien a través de una comunicación telefónica que se corta constantemente que decirlo cara a cara)

Así, asépticamente, parece hasta fácil entender lo que un emisor cualquiera nos dice, siempre y cuando el código sea entendible por nosotros (por muy claro que me transmita un mensaje un japonés, si me lo dice en japonés… mal)  Pero claro, a la hora de interpretar el mensaje, de decodificarlo… es cuando entran en juego todos los factores que no están físicamente dibujados o reflejados en el esquema pero que forman una parte imprescindible del proceso.  Las diferencias culturales entre los actores del proceso, las interferencias propias del mismo proceso, la objetividad con la que se transmite el mensaje, la oportunidad del mismo, la claridad, y como elemento decisivo, la propia circunstancia del emisor y del receptor.  Con esto último me refiero a que yo, como persona, tengo una identidad configurada a través de unos esquemas de valores, de creencias, tengo mi mapa mental (haciendo uso de la PNL) y pertenezco a un/unos sistema/s global/es a través del cual mantengo y refuerzo esa identidad.  Traducción.   A la hora de la comunicación, en realidad el tema es el siguiente:

Una cosa es lo que se quiere decir, otra lo que se sabe decir, otra lo que se dice, otra lo que se oye, otra lo que se escucha, otra lo que se comprende, otra lo que se acepta, otra lo que se retiene y otra lo que se pone en práctica.

Con lo cual, de lo que yo digo a lo que la otra persona interpreta puede que vaya un mundo.  Y además a esto añadiremos todo el maremagnun de información que mandamos mediante la comunicación no verbal, que puede clarificar, reforzar, complicar o imposibilitar del todo la comprensión del mensaje por parte del receptor.  Si me preguntan: ¿Cómo te encuentras? y yo respondo: Bien, y a la vez bajo la mirada y mi tono de voz se quiebra, por muy claro que haya dicho el «bien» el receptor no se lo va a creer, porque mi cuerpo contradice totalmente mis palabras.

En nuestra vida diaria no solemos ser conscientes del proceso de comunicación, de lo que cuesta a veces que comprendan nuestros mensajes.  Tampoco damos mucha importancia a esa comunicación no verbal, al menos de manera consciente o salvo que alguna parcela de nuestra vida esté relacionada directamente con la comunicación, la imagen, etc.  Pero dado que el proceso de comunicación no es tan fácil como parece y que nuestro cuerpo a veces nos puede jugar malas pasadas, cuidemos muy mucho qué decimos y cómo lo decimos.

Al trabajar las entrevistas de trabajo uno se da cuenta realmente de todo lo que transmitimos sin ser conscientes.  Siempre recordaré a una chica que atendí que quería trabajar de dependienta en tiendas de ropa.  Había hecho el curso de Dependienta de Comercio y las prácitcas, agradable al trato, con buena presencia, amable… pero que apenas miraba a los ojos.  Hicimos una simulación de entrevista y la grabamos en vídeo.  Había respondido muy bien a las preguntas, se lo había preparado, pero no me había mirado ni una sola vez a los ojos, es más, su mirada era hacia abajo; no había sonreído apenas, jugueteaba constantemente con su pelo, su tono de voz apenas era audible, su postura en la silla era con la columna curvada y los hombros inclinados hacia delante, la expresión facial era vacía, las manos las tenía apoyadas en el regazo, con lo cual en el vídeo ni se veían…  Por mucho que yo le hubiera expresado con palabras lo que su lenguaje corporal transmitía, no se habría hecho una idea.  Cuando vió el vídeo de su entrevista, se le salieron los ojos de las órbitas.  Ella misma dijo: «¡Pero cómo me van a contratar de dependienta si parezco un mueble!»   Con unas simples pautas trabajables de manera individual en casa, logró una mejora considerable.  Lo importante fue que consiguió que su cuerpo reforzase sus palabras.

Por eso, para comunicar adecuadamente lo que queremos debemos tener en cuenta lo siguiente:

  • La expresión facial.  Generalmente cuando estamos nerviosos/as los músculos se tensan.  En la cara pasa lo mismo, y a veces sin ser conscientes endurecemos la mandíbula, fruncimos el ceño, movemos las cejas, parapadeamos de más o de menos…  A veces son movimientos mínimos que son difíciles de controlar, lo importante es que procures relajar tu cara y tener una expresión tranquila.  Ejercicios de gimnasia facial pueden ser útiles, o la simple contracción-descontracción de los músculos ayuda a su relajación.
  • La sonrisa.  No vamos a estar en una risa constante, ni mucho menos, ni vamos a sonreir cuando nos pregunten, por ejemplo, por los motivos de finalización del último contrato.  Pero vamos a intentar ser agradables: al menos sonreir al llegar y al finalizar la entrevista, y durante el proceso de la misma seguro que hay algún momento en el que podemos dejar caer una sonrisa.  ¿A que a todos/as nos gusta que nos sonrían cuando vamos a comprar algo, por ejemplo?  La sonrisa sincera (no forzada) ilumina el rostro.
  • La mirada.  Vamos a procurar mirar a la persona que tenemos delante, sin una mirada penetrante, simplemente mirándole a los ojos de una forma fluida y normalizada.  Mirar al/la interlocutor/a demuestra que tengo interés en lo que me está diciendo, en eso seguro que estáis todos/as de acuerdo, así que por mucha vergüenza que me de, por muchos nervios que tenga, procura mirar de una forma limpia y clara, sin fruncir el ceño, intentando limitar los tics, etc…
  • La postura corporal.  Generalmente tendemos a sentarnos de una manera errónea, de ahí vienen muchos problemas de espalda, cuello, etc…  A la hora de sentarnos para hacer una entrevista de trabajo suele ocurrir que nuestra postura no sea nada natural y estemos durante un rato «buscando» la comodidad dentro de la propia incomodidad del momento.  Lo importante en la postura corporal es encontrar ese punto en el cual nos sintamos cómodos y nuestra espalda y cuerpo esté recto, ni excesivamente inclinado hacia delante ni apoyados felizmente en el respaldo de la silla, ni girados hacia un lado.  Simplemente una postura natural, no forzada y en frente de la persona que nos hace la entrevista.  Las manos las apoyaremos en el regazo y no jugaremos con los bolis, ni con los nuestros ni con los del/la entrevistador/a.  Y las piernas las podemos cruzar o no, pero si lo hacemos será de una forma sencilla, con una rodilla encima de la otra y no con el tobillo apoyado en la rodilla contraria.  Y no echaremos el pie adelante y atrás, porque las patadas por debajo de la mesa a/la entrevistador/a suelen ser habituales…
  • Los gestos.  Esos movimientos de manos, brazos, cabeza, etc que de forma natural hacemos pueden ayudar a mejorar nuestra comunicación en la entrevista.  Asentir a lo largo de la misma, acompañar con las manos lo que digo, hacer de «espejo» del/la entrevistador (el denominado rapport en PNL, es decir, corresponder a sus gestos, palabras, expresiones creando una sintonía con la otra persona)  Si somos una persona poco expresiva, no forzaremos, y si somos muy expresivas, ajustaremos.  Lo importante es que lo que hagamos sea natural y acompañe a mi argumentación.
  • Y a nivel paralingüístico no podemos olvidar todo lo que tiene que ver con  la voz.  Regular el volumen, la vocalización, el tono, el ritmo, la entonación…  Todo esto lo podemos trabajar para mejorar nuestra comunicación, ni hablar muy rápido, ni muy bajo, con un tono ni muy agudo ni muy grave…

Ahora el comentario suele ser: «¡¡con lo nervioso/a que estoy, no puedo pensar en todo esto mientras hago la entrevista!!»  Por eso es importante conocer cómo comunica nuestro cuerpo y trabajar en consecuencia.  La forma más fácil: delante de un espejo hacer una simulación.  Al principio te reirás, te dará vergüenza, pensarás que es una chorrada… pero funciona, y no lo digo yo, lo dice la experiencia.

La idea principal de todo esto es que lo que digo no tiene que ser contrario a lo que mi cuerpo dice de mi, sino que ambos aspectos tienen que reforzarse mutuamente.  En una entrevista de trabajo no sólo se valora la capacidad de una persona para desempeñar un puesto de trabajo, sino a la propia persona, a cómo puede encajar en un equipo, cómo se va a desenvolver…  Sabiendo esto, sólo queda trabajar sobre nuestra forma de comunicar, conocerla y mejorarla para así conseguir transmitir lo buenos profesionales que somos.

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