Hace unos días le daba vueltas en la cabeza a una idea que había germinado ayudada por la lectura del libro de Franc Ponti titulado «Innovacción«, totalmente recomendable por cierto.  Una de las interesantes ideas que transmite este libro es que algunas empresas no buscan la innovación por el mero hecho de la pérdida de estatus que eso puede conllevar para los dirigentes. Es decir, la entrada de nuevas ideas puede generar cambios en la estructura, funcionamiento y responsabilidades de la empresa que pueden conllevar una pérdida de posición para algunos de los integrantes de la misma, en realidad aquellos que siguen buscando el status quo para no perder ni un gramo de su poder, aunque este no sirva para nada ni genere ningún beneficio a nivel empresarial.

Dándole vueltas a la idea del status quo derivé en el hecho de la facilidad que tenemos en el ámbito empresarial para decir que no a las novedades.  Y ahí fue cuando en la radio salió hablando Rafael Santandreu (autor del libro «El arte de no amargarse la vida«, muy recomendable) justo sobre la dificultad que tienen las personas para decir que no.  Y es que realmente se habla y se comenta sobre lo difícil que es para las personas el decir que no por el deseo que tenemos de agradar a los demás y de procurar ayudar a lograr la felicidad de las personas (partimos de la base de que podemos hacer felices a los demás, algo erróneo de facto, porque sólo uno mismo puede hacerse feliz a sí mismo, según Rafael Santandreu, idea que comparto al 100%)  En definitiva, que me resultó muy curioso la casualidad de las coincidencias.  Y al prestar atención sobre lo que decía e ir discutiendo conmigo misma, él dio con la clave, la clave fundamental de todo.  Y es que lo que debemos aprender es a decir que no a la ayuda conformista, aquella que fomenta el mantenimiento de la obsolescencia aprendida, aquella que nos impide evolucionar y que nos mantiene en el conformismo pensando que en nuestra zona de confort encontraremos la felicidad, y a lo que hay que decir que sí es a la colaboración.  Y ahí lo ví todo claro.

Nos resulta fácil decir que no a las novedades, a lo diferente, a lo innovador, pero en cambio nos resulta difícil decir que no a lo de siempre, a la costumbre, a la ayuda «por que sí».  Porque no lo neguemos, cuando decimos que sí a algo por evitar decir que no, en realidad no estamos haciendo un favor al otro, no le estamos ayudando, estamos haciendo algo por sentirnos bien con nosotros mismos, egoístamente.

La innovación, tanto en la vida personal como en la vida profesional, es el único motor que permite avanzar.  Si siempre hago lo mismo, nunca sabré buscar alternativas, nunca seré capaz de generar nuevos caminos, y sin duda, nunca seré capaz de conseguir retos, tal vez porque ni siquiera me los haya planteado por miedo a perder mi status quo (aunque este no me me aporte nada salvo un mínimo de estabilidad, y que ni siquiera sé si me gusta o no).

La próxima vez que nos sugieran algo, pensemos antes de decir que no, no vaya a ser que la sugerencia nos cambie la vida.

La gran idea, tan difícil de encontrar como fácil desperdiciarla.